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La Política: El Elefante en la habitación del emprendimiento latinoamericano y de lo que nadie habla.

¿Por qué América Latina tiene tantos emprendedores pero tan pocas empresas exitosas? Este ensayo revela el elefante político que frena la innovación en la región.

Silvio Moscoso

5/8/20245 min read

La Política: El Elefante en la habitación del emprendimiento latinoamericano y de lo que nadie habla.

I. Introducción: La paradoja latinoamericana

América Latina es una de las regiones con mayor tasa de emprendimiento en el mundo, y sin embargo, con las tasas de supervivencia más bajas. ¿Cómo se explica esta contradicción? Existe una estructura profundamente política que ha condicionado cómo, cuándo y por qué se emprende en la región. No se trata solo de falta de capital o educación financiera. Es un problema de diseño institucional, de herencias autoritarias, de economías fracturadas por la corrupción, la burocracia y la volatilidad estatal.

Lo que frena el emprendimiento no es la ausencia de ideas, sino la presencia constante de incertidumbre. Las reglas del juego cambian con cada nuevo gobierno. Las instituciones, frágiles o inexistentes, suelen funcionar como obstáculos en lugar de puentes. Y los emprendedores se convierten, casi por definición, en malabaristas: esquivando la burocracia, navegando un sistema tributario kafkiano, sobreviviendo a ciclos económicos y narrativas populistas que los absorben o los aplastan.

Más allá de los clichés sobre "la garra" o "el ingenio latino", el verdadero problema radica en una arquitectura institucional deformada por décadas de caudillismo, clientelismo y reformas parciales. La región carga con un legado de autoritarismo disfrazado de democracia, donde el emprendimiento no es promovido como política de Estado, sino tolerado como excepción.

Mientras en otras partes del mundo el Estado invierte en innovación, en Latinoamérica invierte en control. Mientras en otros países se construyen ecosistemas, aquí se destruyen oportunidades. La corrupción no solo roba dinero: roba tiempo, energía y confianza, las tres monedas más valiosas para cualquier emprendedor. Y sin confianza sistémica, no hay riesgo razonable ni planificación posible.

El resultado es un entorno donde emprender se convierte en un acto de resistencia más que en una estrategia de crecimiento. Se emprende por necesidad, no por visión. Se innova desde la orilla, sin redes, sin mentoría, sin acceso real a crédito, sin un marco jurídico estable. En ese contexto, no sorprende que América Latina sea una fábrica de buenas ideas que raramente alcanzan madurez.

La pregunta, entonces, no es por qué no surgen unicornios desde Ecuador, sino cómo han sobrevivido tantos emprendedores durante tanto tiempo, pese a un sistema que parece diseñado para exterminarlos.

II. Raíces históricas: del caudillismo a la dependencia estructural

Desde la independencia de los países latinoamericanos en el siglo XIX, la región ha sido un laboratorio de modelos políticos discontinuos: dictaduras militares, democracias inestables, populismos personalistas, y gobiernos clientelares. Esta inestabilidad ha impedido la consolidación de reglas claras, consistentes y a largo plazo. La falta de políticas públicas sostenidas para el desarrollo productivo ha dejado a los emprendedores sin norte ni infraestructura.

En vez de modelos de desarrollo basados en innovación o tecnología, América Latina ha dependido históricamente de la exportación de materias primas. Esto ha generado una élite empresarial ligada a concesiones del Estado, más que al riesgo o a la disrupción. La mentalidad rentista ha contaminado la noción misma de lo que significa emprender.

III. Burocracia, informalidad y corrupción: el triángulo vicioso

El emprendedor promedio en América Latina no solo debe innovar: debe sobrevivir al Estado. Trámites interminables, regulaciones contradictorias y costos ocultos han convertido el proceso de formalización en una carrera de obstáculos. Como consecuencia, una enorme parte del ecosistema empresarial opera en la informalidad, lo que impide acceso a financiamiento, estabilidad laboral y proyección a largo plazo.

La corrupción institucional actúa como impuesto invisible: licencias, permisos, contratos y hasta concursos públicos muchas veces están condicionados por redes clientelares. El resultado es un ecosistema donde la meritocracia es la excepción, no la norma, y donde el talento emprendedor debe desviarse hacia estrategias de sobrevivencia más que de expansión.

IV. La trampa de los gobiernos sin visión

En muchos países, los programas de apoyo al emprendimiento son anuncios más que políticas sostenidas. Gobiernos que cambian cada cuatro años intentan imponer su sello, desmantelando lo construido previamente. Las incubadoras estatales fracasan por falta de continuidad, los fondos de inversión pública mueren por corrupción o negligencia, y la educación empresarial sigue sin integrarse estructuralmente al sistema educativo.

Además, la relación entre el Estado y el empresariado ha sido marcada por la sospecha mutua. El empresario es visto como evasor; el Estado, como extorsionador. Este divorcio cultural e institucional impide el diseño de ecosistemas colaborativos como los que han impulsado a las startups en países como Israel, Corea del Sur o Estonia.

V. Tecnología sin infraestructura, innovación sin estrategia

Aunque la región ha dado grandes talentos tecnológicos, el ecosistema sigue desarticulado. Se crean apps, pero no hay redes de inversión ángel. Hay creatividad, pero sin patentes. Se digitaliza el comercio, pero no hay cobertura de internet rural. La falta de infraestructura, conectividad y legislación moderna frena la escalabilidad de cualquier iniciativa emprendedora.

América Latina adopta las tendencias globales del emprendimiento, pero lo hace de forma fragmentada. La moda del "social commerce", las fintech, el blockchain o la inteligencia artificial se incorporan más como reacción que como planificación. Así, los avances se concentran en sectores urbanos de clase media alta, dejando fuera a la mayoría.

VI. Conclusión: la reinvención como condena

En América Latina, emprender no es un ejercicio de exploración creativa, sino un acto político, casi de resistencia. Se emprende a pesar del Estado, no con él. Se sobrevive, se improvisa, se reacciona. Esto ha generado una cultura de resiliencia admirable, pero también una trampa: la constante reinvención impide consolidación, madurez y proyección global.

Para que América Latina deje de ser la región del "potencial emprendedor" y se convierta en un polo real de innovación, necesita una refundación política de su ecosistema: estabilidad institucional, meritocracia, inversión en infraestructura, leyes que acompañen y no asfixien. Solo así dejaremos de emprender desde la urgencia para comenzar a hacerlo desde la visión.

Por Silvio Moscoso